jueves, 10 de febrero de 2011

Número 4

Este fue quizás de los inocentes, es decir, aquellos que llegaron sin conocer del mito; incluso me pregunto si no habrá sido aún antes del mito...

De vez en cuando me asalta la idea, de si no lo habrá traído "él" en un intento por darme gusto.

Un entomologo, separado de su grupo, afanado en una variación importante de los Phoabeticus kirby habitando en el área, y como valiente investigador, anteponiendo la ciencia a los multiples letreros de "propiedad privada".

Su caminata por el conocimiento, su observación métodica y conciensuda de hasta el más pequeño palito en el suelo, pero más que nada su tenacidad, lo mantuvieron activo hasta el ocaso.

Brujula y Mapa le indicaron que no estaba del todo lejos ni del misterioso cuerpo de agua del que le habían hablado, ni del camino que lo sacaría de allí para llevarlo de regreso a sus compañeros. Creyendo que quizás el especimen que buscaba habitaba en las cercanías del agua decidió colocar el campamento, descansar, y a la mañana siguiente terminar la apuesta: Encontrar al escurridizo bicho o volver a la cómodidad del hogar.

Era un hombre de campo, y había dormido a la interperie muchas más veces de las que podía recordar, y sin embargo
, algo le impedía conciliar el sueño... sentía algo desconcertante entre las sombras de los árboles, algo que ni siquiera su fogata parecía ahuyentar.

Sintiendose al borde del colapso paranoíco, se incorporó rápidamente dentro de su bolsa de dormir... y entonces lo vio.

A cualquier otro le hubiera parecido una rama cualquiera, quizás demasiado
blanca; pero los entrenados ojos del Entomolgo notaron de inmediato la diferencia.

!Allí estaba! la razón y objetivo de toda la expedición se había posado por si misma a los pies de su bolsa de dormir, la nueva variante del Phoabeticus kirby. Trató de alcanzarlo haciendo la menor cantidad de movimientos posibles, pero el bicho debía ser extremadamente sensible, porque dio un salto de unos 3 metros en el preciso instante en que la mano se extendía hacía él. !jamás había visto a un phoabeticus hacer eso!. A pesar de la media noche, el descubrimiento lo había fascinado, y quién sabe si podría encontrarlo de día, por lo que, contra toda prudencia, el entomologo salió de su bolsa de dormir y volvió a intentar atrapar al bicho, que nuevamente lo esquivó con un salto totalmente desproporcionado a su tamaño.

La escena continuó repitiendose a lo largo del bosque; cada vez que parecía tenerlo a su alcance, el bicho hallaba manera de escapar, dando saltos cada vez más largos. Afortunadamente, su color blanco hacía dificíl que se perdiera en la oscuridad, pero hubo tramos en que nuestro cientifico prácticamente corría tras él, dejando de lado todo movimiento sigiloso, con tal de que el animalillo no se alejara demasiado. Un suave sonido de oleaje llegó a sus oídos en un punto, pero lo único que registró su mente fue "entonces en verdad vive cerca del agua".

¡¡Tan sólo a unos milimetros de alcanzarlo!!... pero volvió a saltar, sólo que esta vez, no demasiado lejos.

Cayó directo en una mano, blanca cómo la luna, que lo frotó contra una nariz igual de pálida, como gesto de ternura. El Entomologo fue levantando lentamente la vista de la roca donde segundos antes estaba su tesoro.

Frente a él se encontraba la visión tan bella como tetríca de una joven de piel blanca cómo la luna, con largos cabellos rubíos y vestido blanco, con decenas, quizás cientos, de Insectos rama color blanco, moviendose y jugueteando por todo su cuerpo, entrando y saliendo de su bello vestido de lino.

- Fascinantes criaturitas, ¿no lo cree?.

Nuestro explorador simplemente se quedó paralizado en su lugar, contemplando incrédulo la escena. La joven río un poco de su estupefacción, y alargó su mano, ofreciendo el insecto que tanto había perseguido. No sin cierta duda, y aún sin poder creer lo que veía, nuestra mente científica extendio su mano, que finalmente se cerró alrededor del insecto, que dejó salir un desgarrador sonido distorcionado. Su descubrimiento se desvaneció en el airre (¿o en estática?) al mismo tiempo que la escena se estremecía demencialmente. Lo que sujetaba no era otra cosa si no la mano de la joven, que sonriendo, y con una fuerza totalmente desproporcionada, lo atrajo hacía sí, hundiendo su cabeza en su hombro. Todo se volvió negro.

Despertó lo que le parecieron unos segundos después, cegado por una intensa luz. Cuando sus ojos se acostumbraron a esta, se encontro descansando de nuevo en casa. Le atribuyó todo al instante a un mal sueño, y se acomodó entre la hojarasca, la fría tierra refrescaba las heridas que le había causado aquel extraño animal, y resentía mucho la perdida de una pata, su equilibrío quizás fallaría al día siguiente, pero podría vivir. Asicaló sus antenas con las dos patas delanteras que estaban intactas, y estiró sus 30 centimetros de longitud, antes de tratar de volver al descanso, perdiendose en sus mundos subterranos, de color blanco y negro.

Huyó del bosque unos dos días después, cojeando y tratando de limpiarse las antenas. Ahora que tiene un conocimiento tan profundo de los Phoabeticus kirby me pregunto si no se le harán aburridos y querrá cambiar de profesión...

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