jueves, 10 de febrero de 2011

The Blooming

Observe todo el proceso que fue el inesperado acontecimiento de tu engendraciòn en el corazòn de mis dominios. Como un botòn de rosa negra emergiendo sorpresivamente de una semilla que se creìa infertil. Tu madre cuidò con inusitado cuidado y placer cada detalle de tu formaciòn, peinando cada petalo, acomodando cada rama, alejando cualquier insecto perjudicial, e ignorando con gracia mi prescencia curiosa que observaba como siempre desde lejos.

Cuando estabas a punto de florecer sin embargo, desapareciò sorpresivamente, dejandote a mi merced. Me acerquè sin hacer ruido, y procedì a observar la que creì, era simplemente una nueva ofrenda hacìa mi ser. Pese a estar incompleta, eras un regalo exquisito, nacìas apenas y sin embargo sentìa los milenios y milenios de misteriosas cosmogonias canalizandose en ti, reinos a los que ni si quiera yo tenìa alcance. Me sentì abrumado y, podrìa decirse, emocionado, eras tan vieja y no tenìas ni un minuto de vida.

La sonrisa de tu madre que regresaba (¿o quizàs jamàs se fue?) me sorprendiò a punto de tomarte. Me preparè para una posible coaliciòn, sin estar del todo seguro de que esperar. Pero ella no mostro la menor perturbaciòn, sino que pareciò causarle simpatìa mi prescencia. Arrojò algo al suelo: una persona. Viva, conciente quizàs, pero completamente absorta en si misma y en que sabe que pensamientos, que pesadillas.

Ni bien la tuviste al alcance empezaste a comer, como instinto primordial, como necesidad inaplazable. La persona no dio ni un grito, y tu te extasiaste en su carne y sangre. No podìa alejar mi atenciòn del maravilloso espectaculo, y en esos minutos en que devoraste con dicha esa vida, mis convicciones fueron ligeramente transformadas, adaptadas a la curiosidad encontrada.

Todo quedo en silencio, un poco de sangre en el agua. Una vida terminò, una madre desapareciò como si jamàs hubiese existido en la tierra, el guardìan reclutante sin rostro se esfumò en las sombras de los arboles a reflexionar...

Y Leanan Sidhe, durmiò sin sueños, satisfecha y placida entre las flores del campo, su primera noche de sangre el mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario