martes, 15 de marzo de 2011

Kami (Página suelta)

Dio el salto más tremendo del que fue capaz; rozó varias galaxías en el acto, y algunas animas se quejaron. Creyó rozarla con la punta de los dedos.

Y entonces sintió el peso de la tierra, los mares, la revolución francesa, la revolución robótica, la magía, la sangre, el amor, el odio, el sexo, la vena, el oxígeno, el dinosaurio... sintió el peso de toda su existencia, de toda la existencia; y cayó de vuelta al suelo.

Se estrelló de vuelta en el pasto del borde del espejo, y se quedó no viendo nada arriba de él. Simplemente suspiró. En algún punto era en árbol, en otro estaba besando a alguién, en otro huía, y en otro, yenotro...

Estaba en todos lados, profundamente fusionado con el árbol de hielo, al grado de quizás SER el árbol de hielo.

Y sin embargo, no era ella.

Tomó carrera otra vez, y volvió a saltar. EL resultado fue el mismo, alguno de sus alteregos le recordó los límites, le recordó lo imposible de su tarea.

- Y sin embargo, ella lo había logrado. Porque con eso no se jugaba, lo había visto en sus ojos, ella lo había logrado.

No era que estuviera cansado, harto de sí mismo. No era que anhelara desaparecer. Por supuesto que no era eso, sino todo lo contrario, estaba tan ansioso por existír, que necesitaba alcanzar la No-existencia.

Su ser abarcaba cada tiempo, cada espacio, cada posibilidad. Era omnisciente, omnipresente, y omnipotente. Por tanto, se había perdido de vista, y de paso a ella, que era igual a él.

Pero ella era tan segura de si misma, que ni siquiera se necesitaba a si misma.

Y el quería alcanzar ese estado, pero, desde la existencia, no se podía ver, y por tanto no tenía idea de quién era. Todo era él, todo dependía de él; y por lo mismo, el no podía interferir en nada, no podía ejercer ni siquiera aparición en las historias. Hacerlo sería como un ser humano queriendo jugar con sus pulmones como dos pelotas. La omnipotencia lo hacía impotente, la omniprescencia inencontrable, y la omnisciencia terriblemente ignorante.

Dio otro salto, hacía la inexistencia, más hallá de tiempo y espacio, de la conciencia. Creía que alcanzandola podría disolverse en esta, desaparecer absolutamente y encontrarse a sí mismo, cómo lo hizo al cumplir el ultimo requisito para su existencia.

Entonces, si podía volver; o si algo quedaba, se volvería como ella, y no sería él, sino que sería verdaderamente EL, y querría devorarse a sí mismo, tal como ella trataba, ella que también abarcaba el todo, y a quién sin embargo nunca había visto mas que una vez, por accidente.

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